Me interesan particularmente esos dolores que las personas tenemos y no contamos. Es una obsesión mía, naturalmente se me da eso, detecto ese bien llamado talón de Aquiles, o dolor personal muy escondido (…) la mayoría de estos cuentos tiene un poco de eso, de ese dolor oculto …»

Así define su escritura Natacha Oyarzún Cartagena, autora de los cuentos que dan forma a Terremoto Blanco, su primer libro editado por Alquimia Ediciones. Y así es, los 10 relatos dan cuenta de situaciones personales complejas y difíciles de resolver.

La mayoría de sus protagonistas son mujeres, de diversos registros y edades, mujeres que enfrentan dilemas en ambientes humanos hostiles, masculinizados y donde reinan, además, condiciones climáticas extremas.

Terremoto Blanco pareciera resultar de una selección de cuentos cuidadosa y efectiva, logrando coherencia y unidad temática. Natacha Oyarzún nos confiesa que lleva tiempo preparando este volumen y admite lo valioso que resultó ser su experiencia como editora en otros libros. El resultado es más que óptimo, los suyos son relatos que nos toman de la mano y nos llevan a un paseo por las emociones y el paisaje del fin del mundo.

Recomendamos leer con atención, disfrutando y masticando de esa lectura, el cuento «Este fragmento de playa». Intenso y provocativo, un relato que traslada la muerte al plano de la cotidianidad sin morbo sino más bien con sorpresa.

Lo mismo con «Testimonio de un perro envenenado» ... donde la autora habla en primera persona de las últimas horas de un perro callejero. Empatía y perplejidad.

Terremoto Blanco de Natacha Oyazún es también un libro/promesa porque estamos seguros que esta será una escritora que dará mucho de que hablar y de leer.

 

A poca distancia, igual que un bote encallado por el viento, vuelve uno de mis zapatos. El sol multiplica su brillo de charol sintético. La plataforma, que antes me sumaba centímetros, ahora se mantiene a flote como una boya, y los cordones de poliéster se estiran en el agua. Poco a poco se acerca a donde está el viejo, que al detectar de que se trata, se gira para mirarme. Confirma que estoy descalza, que me pertenece. Lo recoge con suavidad y la deja varado en su mano. Debe pesar más que un zapato común, por el agua y la hinchazón. Como un objeto valioso que exige ser manipulado con delicadeza, lo gira boca abajo y se concentra en el agua que cae. Las gotas se reintegran al mar, mientras él, con los dedos, le quita la arena» 

«Este fragmento de playa» Natalia Oyarzún. 

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